miércoles, 21 de abril de 2010

La cruzada nacional sobre el cuerpo de las mujeres en la dictadura franquista

DICTADURA

LOS INSTRUMENTOS DE REPRESIÓN ESPECÍFICOS DE GÉNERO

La cruzada nacional sobre el cuerpo de las mujeresLa represión franquista tuvo un componente específico de género: encontró en las vejaciones a las mujeres una vía perfecta de castigar a los vencidos.



De madres, monjas, putas y ‘machorras’

Carlota O’Neill, testimonio de la represión franquista





Joana García Grenzner (Redacción)Lunes 19 de abril de 2010. Número 124

En la represión franquista confluyeron la tradición ancestral de infligir la derrota al enemigo a través de “sus” mujeres y la doctrina acuñada en el XIX que concebía el cuerpo femenino como una anomalía que negar y medicalizar. La historiadora granadina Pura Sánchez, autora del libro Individuas de dudosa moral.



La represión en Andalucía (1936-58), explica que “tropas y tribunales franquistas (ilegales e ilegítimos), jueces militares y de primera instancia, comandantes de la Guardia Civil, falangistas, alcaldes y testigos eran un entramado represor bien engrasado”. Tras la victoria, “rapaban a las mujeres el pelo y las fotografiaban para humillarlas.



Violaciones, vejaciones, hambre, cárcel, trabajo esclavo, pérdida de la libertad y la identidad, enfermedades y encierros de por vida” buscaban “la docilidad de los espíritus”.



A otras, según el psiquiatra Enrique González-Duro, las “detenían, torturaban y retenían sin juez militar para encontrar a padres o esposos huidos”. No eran sindicalistas destacadas, sino “viudas, casadas, analfabetas, amas de casa que sostenían la economía familiar, o militantes de base de Mujeres Libres o Mujeres Antifascistas”. Encancelarlas condenaba a sus familias a la exclusión, castigo final del régimen a los vencidos.



Su condena no era por motivos políticos, sino morales: eran mujeres “malas, de dudosa moral, saqueadoras, guarras, desafectas”.



El control sobre sus cuerpos era tal que sólo dejaban a las madres presas ver a sus bebés para amamantarlos, a fin de evitar el contagio del “virus marxista”. A las lesbianas, innombrables en un régimen que negaba el deseo femenino, se las tildaba de “viciosas” y se las encarcelaba por la supuesta pulsión delincuencial que se les atribuía en calidad de ‘no-mujeres’.



El Patronato de Protección a la Mujer, creado en 1952, tenía un discurso “aún más perverso”, según Sánchez: “reformaba” a prostitutas o mujeres a las que llamaban “imbéciles” pese a no tener problemas mentales. Y la amenaza se extendía a todas: el Código Penal de 1944 acuñó delitos específicamente femeninos que sancionaban el uso autónomo de sus cuerpos: adulterio, infanticidio (aborto) y prostitución al margen del control estatal, vigentes hasta los años ‘80.



Las historias y demandas de las represaliadas emergen sin grandes reconocimientos públicos. Según Sánchez, ellas mismas “silenciaron la represión por miedo al estigma hacia su familia y el varón”. Algunas incluso se casaron con falangistas para lograr respeto. En marzo, la Consejería de Justicia de Andalucía emitió un decreto de reparación para las cien mujeres que sufrieron tales vejaciones en la zona. Sánchez cree que ni a la clase política ni a los jueces (algunos de los cuales siguen en activo) les interesa hablar de la memoria: “Y no se ha entendido que la represión franquista tuvo un componente específico de género”.

 
Fuente: Periódico Diagonal
 
 
 
 
 
 
 

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